¿Cuál es el origen de las Fallas? ¡Ojalá lo supiéramos! Por el momento, las investigaciones históricas sobre la fiesta no han podido dar con la manera en que surgió, y ni siquiera una fecha más o menos aproximada. La documentación más antigua sobre las Fallas data de 1740, y es un oficio de la autoridad municipal de Valencia que prohíbe quemar fallas en las calles de la ciudad por su estrechez. Este escrito y otros documentos de 1751, 1783, 1784, 1788, 1789 y 1792 nos indican claramente que en el siglo XVIII ya estaba plenamente establecida la costumbre de plantar fallas en Valencia, pero nada más.
Sobre el origen de las Fallas hay muchas teorías, algunas muy populares pero no por ello más ciertas. A continuación se resumen las hipótesis más importantes sobre la aparición de esta fiesta.
Costumbres de los carpinteros
Muchos valencianos piensan que las Fallas vienen de una antigua costumbre de los carpinteros que se celebraba la víspera de su patrón, San José (19 de marzo). Para alumbrarse en las últimas horas de la jornada, ya sin sol, utilizaban unos candiles que sostenían en un palo a modo de candelabro llamado estai, astai, pagés o parot, el cual situaban en el centro del taller. Según esta teoría, era tradición que para celebrar el patrón del Gremio y el fin de las veladas de invierno trabajando, se sacara el parot a la puerta del taller y se quemara junto a unas virutas. Con el tiempo, se añadieron más trastos a la hoguera, e incluso se vistió con ropas al parot para que se pareciera a una persona a la que se quisiera criticar, en la línea de la sátira valenciana que ha existido siempre. Con el tiempo, a esta primitiva figura se le añadieron más elementos que conformaron una pequeña escena (se puede ver una ilustración de esta proceso aquí). De esta manera, y siempre según esta hipótesis, apareció el primer ninot.
A pesar de ser una teoría muy difundida, no existe constancia documental que la certifique. En los antiguos reglamentos del Gremio de Carpinteros de Valencia nunca se especifica que haya que quemar algo en San José, sino más bien que el patrón hay que celebrarlo con sermones, música sacra y rosarios. Y en los documentos antiguos sobre la fiesta, los carpinteros cuando aparecen, lo hacen meramente como constructores de las fallas. Por tanto, no se puede decir con seguridad que estos profesionales fueran los pioneros de las Fallas, aunque es bastante probable que intervinieran en la realización de los monumentos.
Una variante de la teoría de los carpinteros dice que lo que quemaban no era el parot, sino trastos viejos del taller, pero esto tampoco se ha podido comprobar con documentación histórica.
Rituales solares
Desde tiempos inmemorables, en muchos lugares de Europa, Asia y África se celebran la llegadas de los equinoccios y solsticios (o lo que es lo mismo, la entrada de las estaciones del año) encendiendo hogueras. Estas manifestaciones en algunos casos han sido heredadas de pueblos tan antiguos como los celtas, y algunas de ellas han llegado a nuestros días. La Iglesia, ante la imposibilidad de suprimir estas populares tradiciones en muchos lugares de España, decidió absorberlas y dedicarlas a los santos; de esta manera, las hogueras del solsticio de verano se relacionaron con San Juan y las del equinoccio de primavera a San José.
Por ello, algunos historiadores piensan que las Fallas son en realidad una costumbre muy antigua de Valencia, seguida por los árabes o quizá por pobladores de la ciudad anteriores a ellos, que se inició como fuegos de primavera y evolucionó hasta los monumentos satíricos que hoy en día conocemos. Tampoco se ha podido comprobar documentalmente que esto haya sido así realmente.
Peleles que se tiraban a la hoguera
Existe, aún hoy en día, una vieja tradición europea que consiste en construir un monigote representando a un personaje no grato, colgarlo con cuerdas o en un poste, y posteriormente quemarlo entre el tercer día de Cuaresma y el Sábado de Gloria. El muñeco puede tomar diversos nombres: Judas, Mahoma, Carnaval, Pablo, etc. El origen de este festejo es anterior al Cristianismo, aunque esta religión lo asimilara como a otras costumbres paganas. Los antiguos pueblos nórdicos, por poner un ejemplo, realizaban un ritual llamado Totaustragen en el que preparaban un muñeco que representaba el invierno, y que quemaban y enterraban la víspera del uno de mayo. En la Comunidad Valenciana todavía se encuentran festejos de este tipo, como El vell i la vella de Picassent y Llíria, el Parot de Mitja Quaresma de Castalla y los Mahomas de los Moros y Cristianos. Fuera de ella tenemos ejemplos como la Noche de Guy Fawkes en Inglaterra, una fiesta en la cual se quema una efigie de una persona real con dicho nombre que intentó volar el Parlamento Británico en 1604.
Lo que piensan algunos estudiosos es que las Fallas derivan de este pelele satírico que se tira a una hoguera. Se sabe que era muy típico en la Valencia del siglo XIX colgar monigotes grotescos en ventanas y balcones siendo Carnavales o en jueves de Cuaresma (es decir, cerca de San José), y es fácil suponer que con el tiempo se pasó a poner más figuras, llegando a formarse un primitivo monumento fallero donde se especificara mejor la crítica. Pero de nuevo, este punto de inflexión hacia las Fallas no está del todo verificado.
Combinación de las mencionadas teorías
Ninguna de estas teorías por sí sola ha satisfecho a los historiadores y estudiosos de la fiesta. Ahora bien, la tendencia entre ellos hoy en día es a pensar que realmente las Fallas surgieron de una combinación de las mismas. Concretamente, se tiende a pensar que esta fiesta es una evolución de los fuegos de primavera (que se celebraban en la víspera de San José, el 18 de marzo), hogueras que con el tiempo se unieron a la costumbre de los muñecos que se lanzan al fuego con finalidad censuradora, dando origen al elemento satírico de las Fallas. De ahí se evolucionó a las fallas más artísticas que conocemos hoy en día, a lo cual ayudó la costumbre de crear grandes construcciones efímeras para acontecimientos especiales (Feria de Julio, visita de reyes, etc.). Los carpinteros tendrían una coincidencia de su patrón con la fecha de estos festejos, y como se ha dicho intervendrían en la construcción de los catafalcos que se quemaban, pero no tendrían relación con el origen de las Fallas.
La consolidación como fiesta
En cualquier caso, está claro que esta costumbre ya se celebraba en Valencia en el siglo XVIII y aún más en el siglo XIX, aunque en aquella época no se podía considerar aún fiesta, sino un festejo encuadrado dentro de las celebraciones de San José. Por aquel entonces la falla poco a poco dejaba de ser un montón de trastos viejos para pasar a convertirse en algo más elaborado: una tarima de madera que tenía encima diversas figuras o ninots vestidos con ropa real y máscaras de cartón, los cuales simulaban una escena teatral de contenido generalmente satírico. Este primitivo catafalco se montaba el día 18 por la mañana y se quemaba el mismo día por la noche, razón por la cual en aquella época se llamaban “falles de la vespra de Sant Josep” (fallas de la víspera de San José).
Así pues, la costumbre de las fallas crecía poco a poco durante el siglo XIX, aunque con algún que otro año malo. Sin embargo, al tratarse de una forma crítica, las autoridades municipales decidieron en 1851 que los bocetos de los monumentos deberían pasar una censura previa, la cual sólo dejó de existir de 1868 a 1870. En este segunda mitad del siglo XIX se hizo muy habitual la llamada “falla erótica”, que era aquella que hacía sátira sobre el matrimonio, los cortejos entre hombres y mujeres o las relaciones sexuales; sin embargo, también podían encontrarse monumentos con crítica política, apologéticos y humorísticos. Por otro lado, también empezaron a publicarse los llibrets, panfletos que explicaban las fallas y que vendían los niños por la calle, siendo el primero el que explicaba la falla de la plaza del Almudín escrito por Josep Bernat i Baldoví. Estas publicaciones derivaron de los carteles que se situaban en la falla o en las cercanías de la misma con el fin de explicarla, que adquirieron entidad propia y empezaron a sobrevivir a la cremà.
El festejo progresaba, pero aún se encontró con muchas dificultades que le ponían las autoridades. De hecho, se crearon unas arbitrios por plantar falla que llegaron a subir tanto que hicieron que en los años 1885 y 1886 no se plantara ninguna dentro de Valencia. Las protestas consiguieron que se redujera esa cantidad a pagar al municipio y al año siguiente volvieron los catafalcos a las calles. Ya era una época en que se empezaban a consolidar algunos actos del programa de festejos y donde la falla erótica dejó paso a la de crítica política, como era de esperar en estos años de importantes sucesos en la historia de España como la pérdida de las colonias de ultramar. Todo aumentaba en lo que ya se podía llamar propiamente fiesta: la cantidad de actos, el número de fallas que se plantaban (se pasó de plantar cinco en 1861 a 13 en 1899, por ejemplo), las comisiones falleras que permanecían activas año tras año, el tamaño de éstas, su calidad artística y hasta el tiempo en que estaban expuestas, pues desde 1892 todas se quemarían el 19 de marzo por la noche, alargando los festejos a dos días. Hasta ese momento, sólo en casos esporádicos se quemó alguna en San José.
La aparición de la falla artística
Ahora bien, a las autoridades no les hacía gracia tanta crítica a la política local, nacional e internacional de España, que llegó hasta el punto de que en 1895 la cremà de la falla de la plaza de Pellissers, dura con la política africanista, se convirtió en una manifestación que tuvieron que disolver las fuerzas de orden público. Por ese motivo, las autoridades quisieron reprimir esta temática, consiguiéndolo a principios del siglo XX al ponerse de moda las fallas apologéticas. Son los años en que irrumpe con fuerza la falla artística, empujada sobre todo por la creación de los premios al monumento fallero en 1901 por parte del Ayuntamiento de Valencia. Este hecho, que fomentaba el valor artístico sobre el crítico (que tanto molestaba entonces), motivó a los falleros a crear fallas mejores estéticamente y por tanto a buscar buenos artistas que las realicen. De rebote se creó el embrión de la nueva profesión de artista fallero, ya que algunos de esos profesionales (en su mayoría escultores, pintores y carpinteros) acabarían dedicándose exclusivamente a realizar fallas.
De esta manera, se había iniciado el camino para convertir las Fallas en un atractivo turístico. En 1927 llega el primer tren fallero a Valencia, se elige por primera vez a una representante de la fiesta (en aquel momento llamada reina de las fallas, ahora fallera mayor de Valencia) en 1931, se organizan los primeros actos oficiales de una semana fallera en 1932 y se elige el primer ninot indultat en 1934 para crear un museo de folklore que al final fue el Museo Fallero. La Guerra Civil Española (1936-1939) supuso un paréntesis obligado a la fiesta, aunque se plantaron en 1937 algunas fallas de contenido propagandístico por parte de ambos bandos. Recién finalizada la contienda, en 1939, el Ayuntamiento de Valencia crea Junta Central Fallera, la cual en 1944 promulga el primer Reglamento Fallero, normas que han de cumplir todos los falleros asociados a esta entidad. Todo ello, añadido a que en 1941 se crea la sección especial, máxima categoría de concurso para los monumentos, y que en 1945 se oficializó la Ofrenda de Flores a la Virgen de los Desamparados, va configurando poco a poco la fiesta fallera que conocemos hoy en día.
PARA SABER MÁS:
VV.AA. (1990): Historia de las Fallas. València, Levante-EMV.