Sexo, poder, tramas amorosas, luchas sanguinarias… No es una nueva serie de Netflix, sino algunos ingredientes de la atrevida falla L’Eroticrònica, ganadora del primer premio de la sección especial en 1989. Hasta ese año, el barrio de Campanar quedaba fuera de ruta para muchos de los aficionados a las fallas. Sin embargo, ese año una de Ramón Espinosa plantada en L’Antiga de Campanar (oficialmente Monestir de Poblet-Aparicio Albiñana-General Avilés) triunfó en la máxima categoría, consiguiendo que este ansiado galardón saltara el cauce del río Turia después de treinta años sin hacerlo. En efecto, el anterior y único antecedente fue Visitación-Orihuela en 1959 con La lucha por la vida, con la que el artista Salvador Debón sacó del casco antiguo de València el primer premio de especial.
Aquella Eroticrònica es considerada por muchos la obra cumbre de Espinosa. Con un presupuesto de 9.900.000 pesetas (59.500,20 euros), midió 17 metros de altura y su base ocupó 120 metros cuadrados, en los que se colocaron 80 ninots. En ella se repasaban diferentes maneras de hacer el amor, que servían para hacer críticas políticas de la actualidad haciendo aparecer numerosos mandatarios de entonces. Toda la falla estaba llena de erotismo, destacando su parte superior, en el que hay una serpiente humanizada protagonizando una escena lésbica con una mujer desnuda. Debajo de ellas, la cabeza de un sátiro sostenida por un humo formado por unas 40 figuras en poses erótica que salen de un gran brasero. Dicho humo suponía un riesgo para el remate de la falla, ya que era curvo y tenía que sostener la cabeza y la escena lésbica, pero el artista se las ingenió con la barba del sátiro y una fuerte estructura de madera para que todo se mantuviera.
La narrativa de la falla comienza con una escena sobre el matriarcado en la Prehistoria, donde las mujeres dominaban a los hombres. Según la explicación de la falla escrita por Donis Martín, el varón se creía el amo y señor, pero en realidad le tocaba hacer toda la faena (como irse a cazar) y encima el pobre tenía racionado el sexo con la mujer.
De ahí se pasaba al Imperio Romano, donde el entonces presidente del gobierno de España, Felipe González, su vicepresidente Alfonso Guerra y dos ministros, son senadores que en un ambiente de orgía, contemplan un combate a muerte donde el gladiador Hércules-Fraga vence a Hernández Mancha, su rival en la presidencia de Alianza Popular (ahora PP).
Siguiendo la historia, otra parte de la falla se ambienta en la Edad Media, donde el señor feudal tiene derecho de pernada (es decir, a tener relaciones sexuales con cualquier mujer de sus dominios que se fuera a casar). Sin embargo, el que aparece en la escena es tan anciano que no le funciona la “tercera pata”, por lo que un homosexual la compadecía.
Ya en la Valencia musulmana, el entonces presidente de la Generalitat Valenciana, Joan Lerma, y uno de sus consellers, Ciprià Ciscar, querían ver bailar la danza de los siete velos a sensual Salomé (Clementina Ródenas, la entonces alcaldesa de València). Ella como condición pidió bailar como le diera la gana y que le cortaran la cabeza al “sultán” (Ricard Pérez Casado, el anterior alcalde), la cual le sirven en bandeja.
Dando otro salto en el tiempo, en otra escena se muestra a la Inquisición Española representando a la patronal, que sentada en una butaca elige el polémico Plan de Empleo Juvenil aunque perjudique a los afectados, los jóvenes sin experiencia laboral. Sobre la misma época había otro lugar de la falla donde una marquesa, que llevaba un miriñaque (armazón para ahuecar las faldas, muy popular hasta el siglo XIX), era asaltada por admiradores.
Ya en tiempos más modernos, aparecía Isabel Preysler como vedette que todos querían ligarse, aunque su marido era el ex-ministro de Hacienda Miguel Boyer. Por último, los travestis también salían en la falla, pero como crítica por su presencia en la avenida del Oeste.
Esta falla se diferenció de la estética imperante en las fallas de la época, acercándose al cómic y, sobre todo, atreviéndose con una temática subida de tono que aún hoy es revolucionaria en la máxima categoría, ya que ningún otro primer premio de la misma ha tenido tanta referencia al sexo como L’Eroticrònica. Pero además fue objeto de diversas anécdotas, como que un bombero pintó un trozo del pelo de la mujer que había en el remate, cuando la falla ya estaba terminada de plantar, o que el ministro Narcís Serra (que salía en la escena del Senado romano) le felicitara efusivamente al artista cuando vio la falla, o que algún miembro del equipo de Clementina Ródenas destacara la sensualidad del ninot que representaba a la alcaldesa. Cabría añadir también el hecho de que fue tanta gente a visitarla, que con el dinero de las entradas, la comisión de L’Antiga pagó la falla del año siguiente.
De esta falla hoy en día aún se puede ver algo, ya que un grupo de dos figuras femeninas se indultó y ahora está en el Museo del Gremio de Artistas Falleros. Su título es “Amor libre”.
Todo ello hizo de L’Eroticrònica la falla más destacada en su año (en el que, por cierto, fue fallera mayor de València Covadonga Balaguer, una de las más recordadas de la historia), considerándose hoy en día una de las más importantes tanto para L’Antiga de Campanar como para su artista, Ramón Espinosa.
PARA SABER MÁS:
CLEMENTE, GUSTAVO (2019): Ramón Espinosa, artista faller. València, Editorial Samaruc.
Llibret de la Falla L’Antiga de Campanar, año 1989.
VV.AA. (1990): Historia de las Fallas. València, Levante-EMV.