Falla Nou Campanar de 2015, de Arraiz y Moreno (foto: Noel Arraiz)
Falla Nou Campanar de 2015, de Arraiz y Moreno (foto: Noel Arraiz).

La falla que plantó Nou Campanar en 2015 fue una revolución, y no por su tamaño o precio como su predecesora de 2009, sino porque supuso la incursión más sonada de una falla innovadora en la tradicionalmente conservadora sección especial, y la primera vez que una falla de la máxima categoría participó en el concurso de fallas innovadoras y experimentales de Junta Central Fallera. Obra del arquitecto Miguel Arraiz y del artista plástico David Moreno, costó 90.000 euros y tuvo un final no deseado porque cayó el día en que debía quemarse por la lluvia y el viento. Pero hasta que desapareció pasto de las llamas y prácticamente desde que se anunció el proyecto, dio mucho que hablar a favor y en contra.

Falla Nou Campanar de 2015, de Arraiz y Moreno (foto: Noel Arraiz)
Falla Nou Campanar de 2015, de Arraiz y Moreno (foto: Noel Arraiz).
Falla Nou Campanar de 2015, de Arraiz y Moreno (foto: Noel Arraiz)
Falla Nou Campanar de 2015, de Arraiz y Moreno (foto: Noel Arraiz).

La comisión que plantaba enormes y clásicas fallas cambió así radicalmente este esquema, motivado por la caída del modelo basado en patrocinios que le obligó a conseguir fondos de los propios falleros, como la mayoría hace. Justamente la falla de 2015 pretendía ser un foro de reflexión sobre éste y otros temas, y en esa línea iba su lema: Ekklesía, el nombre de la asamblea más importante de la antigua Grecia que se reunía una vez al año para decidir si una político era perjudicial para la polis. A quien lo era, lo condenaban al ostracismo y debía abandonar la ciudad durante 10 años.

Así pues, sus creadores plantearon una falla participativa que además podía transitarse por dentro, haciendo así que se integrara mejor con el barrio. No tenía vallas, por tanto, lo que contrastaba con sus precedecesoras, algunas de las cuales estaban tan lejos del monumento que era difícil ver las escenas si no era pagando entrada. Representaba un templo donde podían acceder los ciudadanos para reunirse y darse cuenta de la capacidad que tienen de cambiar las cosas a través del debate. Su aspecto era de un enorme cubo formado por tubos metálicos (que en realidad eran de cartón, ya que las fallas tienen que ser combustibles), cuyo suelo estaba formado por un mosaico de 96.000 piezas con diseños de cerámica de Nolla, un estilo tradicional valenciano, siendo realizados algunos por colectivos en exclusión social con la ayuda de la Falla Cronista (Torrent) y Arae Patrimonio, pacientes de la Casa Ronald McDonald de Valencia, asociaciones de vecinos de la zona y alumnos de algunos colegios. Las columnas tenían escritos mensajes reales de políticos y críticas de ciudadanos, para hacer notar que los discursos políticos muchas veces no dicen nada por sí mismos, teniendo que darles sentido generando debate. Además había 300 máscaras con una gran carcajada, que transmitían el mensaje de que el humor también puede ser útil para contrarrestar el poder. En total se utilizaron 10 toneladas de cartón y 7 de madera.

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Planos.

Por sus características, la falla se construyó casi en su totalidad en la calle. Una vez terminada sirvió en efecto como escenario de debates (en concreto los de los foros València Vibrant e Ígnite), algo inédito en un catafalco fallero, pero también como lugar donde se realizaron espectáculos de danza, música y luces. Se convirtió así en un espacio de cultura abierto a todos que, sin embargo, fue muy criticado por algunos sectores del público y de los artistas falleros. Mientras unos visitantes se sorprendían y contemplaban con curiosidad la construcción, otros la acusaban de “no ser una falla” por ser “sólo unos tubos”. Por otro lado, algunos artistas falleros de los más tradicionales también polemizaron sobre ella, en concreto porque era una falla de estética innovadora en una sección tan conservadora como ha sido siempre la especial. Ante las críticas, Arraiz defendió en una entrevista a La Vanguardia que no hay ningún canon estético establecido en las fallas, por lo que no dejan de serlo por motivos de forma. Además, los colectivos más progresistas de la fiesta vieron positivo que la máxima categoría tuviera un monumento de los calificados como “innovadores y experimentales”, el cual era un escaparate al exterior de la diversificación en tendencias artísticas de las fallas.

Pero lo peor no fueron los detractores, sino la lluvia. El día 18 empezó a caer agua que ablandó el cartón, empezando a comprometer la estabilidad de la construcción. Por ese motivo, se cerró un amplio perímetro alrededor de la falla y se sostuvo con cables. Por desgracia, la lluvia no cesó y el 19 de marzo, una racha de viento la acabó derribando horas antes de la cremà.

Falla Nou Campanar de 2015, de Arraiz y Moreno (foto: Noel Arraiz)
Falla Nou Campanar de 2015, de Arraiz y Moreno (foto: Noel Arraiz).
Falla Nou Campanar 2015, bajo la lluvia.
Falla Nou Campanar 2015, bajo la lluvia.

El vídeo de la caída, grabado por alguien que estaba en el lugar en ese preciso momento, fue muy difundido aquel día por las redes sociales.

El desplome fue excusa para que se hablara aún más de esta falla, ya que la noticia apareció en numerosos medios de comunicación e incluso el vídeo se incluyó en las ediciones digitales de algunos. Así pues, se quemó con toda ella en el suelo y sin humo negro gracias a los materiales utilizados. Fue una experiencia de la que, a pesar de la polémica que generó, quedaron contentos la comisión y sus creadores a pesar de no llevarse premio en la sección especial, aunque sí el primero del concurso de fallas innovadoras y experimentales. De hecho, aun después de quemada se sigue hablando de la falla en revistas especializadas en arquitectura, lo que supone una promoción de la fiesta de las Fallas fuera de su ámbito natural.


Agradecimientos a Miguel Arraiz por la documentación aportada para este artículo.
Fotos cedidas por Noel Arraiz, salvo la de la falla bajo la lluvia, que es propia.