El caballo de Troya de Rubert
Falla Plaza del Caudillo, 1963 (foto: www.ricardorubert.com)

Los intentos de innovación en la estética fallera no son nuevos, como demuestra esta falla que se plantó en el año 1963. Su artista, Ricardo Rubert, fue un importante exponente del vanguardismo en el monumento fallero en los años sesenta del siglo XX, llevando a cabo innovaciones como fallas sin ninots o el uso de nuevos materiales para su construcción. Aunque él no lo confirmó nunca, muchos expertos piensan que su obra tuvo influencia de Salvador Dalí; de hecho, fue uno de los pocos artistas que defendieron la falla que diseñó este pintor en 1954 y que fue un ejemplo previo de una falla con aires nuevos.

Falla Plaza del Caudillo, 1963, de R. Rubert (postal)
Falla Plaza del Caudillo, 1963, de R. Rubert (postal).

La idea de la falla vino de la reforma que en esos años se realizaba en la plaza del Caudillo, actual plaza del Ayuntamiento, haciéndola más diáfana, adaptada al desarrollismo de los sesenta (o en otras palabras, con más sitio para aparcar coches) y contando con una gran fuente luminosa. Como punto turístico en potencia, la comisión del Foc quiso plantar en ese lugar una falla diferente, de gran tamaño y que fuera un símbolo con difusión internacional. Dado que fue tan criticado Dalí por diseñar una falla sin pertenecer al mundo fallero, se pensó en no contar con nadie del fuera del mismo y se eligió a Ricardo Rubert como artista, que ya había demostrado su capacidad para realizar fallas enormes (o “armatostes” como las llamaba él mismo) y con temas universales.

La falla tenía por lema El nuevo Caballo de Troya, costó 400.000 pesetas (2.404,05 euros) y su diseño y guión fue de José Soriano. Su figura central era un caballo de Troya de 25 metros de altura, el cual representaba la idea de en España se estaban “infiltrando” casi sin darnos cuenta productos y costumbres del extranjero durante aquellos años de desarrollo económico, los cuales llegaban a sustituir en ocasiones a lo español. El símil era evidente, ya que en la novela de la Odisea escrita por Homero, Ulises entró en la ciudad amuralla de Ílion con un enorme caballo de madera.

Ahora bien, el caballo planteado no simulaba ser de madera, sino metálico y con una estética déco (es decir, con motivos geométricos y tendencia a la simplicidad de formas), o dicho en otras palabras, adaptado a los tiempos que corrían. Estaba montado sobre una plataforma con cabina de camión y ruedas, con la idea de hacer más critica a los nuevos tiempos dando a entender que mientras el caballo de Troya original lo movían cientos de seres racionales (personas) con gran esfuerzo, éste lo trajo a su sitio un motor (un ser irracional) con mucha más facilidad. Por otro lado, entre las patas del animal había una escalera de mecanotubo que permitía acceder a un bar (calificado como “modernísimo” por El Turista Fallero) instalado en su interior, de medidas 4 x 5 metros y que visitaron artistas internacionales como Johnny Hallyday y Marlene Dietrich.

Los ninots estaban sobre todo en los laterales, delante y detrás de la plataforma, y aunque el modelado era muy realista, la originalidad estaba en que todos eran monocromos, ya sea en color blanco, verde bronce o gris azulado. A la misma altura que las escenas también había un cohete espacial que simbolizaba la carrera entre la URSS y los Estados Unidos de América para llegar los primeros a la Luna.

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Falla Plaza del Caudillo, 1963 (foto: www.ricardorubert.com)

Este nuevo Caballo de Troya y las escenas que había en su parte inferior criticaban las nuevas costumbres, los cambios en la moral, el materialismo, la insensibilidad y hasta el gamberrismo que estaban llegando a España, lo cual muchos españoles aceptaban con tal de enriquecerse. Se llama la atención en que  se tomaba “Poca-Cola” en vez de horchata de chufa, helados italianos en vez de españoles, y caldos prefabricados en vez de paella. También se da el mensaje de que los extranjeros han venido para que abandonemos lo nuestro camelándonos con falsas esperanzas de hacernos ricos, siendo su verdadera intención que nos convirtamos en autómatas a sus órdenes y así hacer más grande su nación. Por ello, en la falla se ve que un cohete que es el que han traído para que enviemos fuera de órbita las cosas y tradiciones españolas. Sin embargo, Valencia resiste y continúa con sus costumbres como la mascletà, la traca y los petardos.

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Maqueta de la falla (foto: www.ricardorubert.com)

Pero las intenciones de esta falla iban más allá. De una manera simbólica, Ricardo Rubert quería transformar la estética fallera desde dentro, intentando hacerla más universal tanto en formas como en argumentos. O dicho de otra manera, a modo de virus quería movilizar aquel rígido orden establecido en el arte fallero. Sin embargo, el inmovilismo del mundo fallero le impidió cumplir este objetivo y siguió imperando la falla clásica, tendencia que ha llegado hasta nuestros días. No obstante, su fracaso en este sentido no le ha impedido ser una falla muy destacada en su tiempo (fue portada del diario ABC el 19 de marzo de 1963 y se editaron diversas postales donde aparecía, por ejemplo), y tan memorable que hasta se le hace un homenaje en el proyecto de Na Jordana de 2013.


PARA SABER MÁS:

VV.AA. (1990): Historia de las Fallas. València, Levante-EMV.

BORREGO, VICENT (2013): “La Rubertíada”. Llibret de la Falla Na Jordana, pp. 70-101. València.

El Turista Fallero, 1963.