Cuentan los más viejos del lugar que cuando se hacían las fallas de cartón, los artistas ganaban dinero (o al menos más que ahora), y los falleros y falleras los valoraban más. Es una de las ideas más destacadas oídas en la primera sesión de “Les Falles, a La Nau” dedicada a la evolución del oficio de artista fallero.
Desde el principio del siglo XX, en que los encargados de realizar las fallas ya se consideran artistas falleros, hasta nuestros días, el oficio ha sufrido una evolución en que la tecnología no ha supuesto una mejora en los costes, y además sus principales clientes, las comisiones falleras, lo valoran menos a pesar de ser los artífices del centro de la fiesta. Son algunas de las conclusiones de la primera jornada de los coloquios “Les Falles, a la Nau” que tuvo lugar ayer, y que este año llevan por título “El artista fallero: ¿una profesión reconocida?”. Como siempre, son la Associació d’Estudis Fallers (ADEF) y la Universitat de València quienes organizan estas charlas en el edificio universitario de La Nau, donde se tratan temas de interés de la fiesta.
La primera sesión llevó por título “La evolución de un oficio” y en ella intervinieron Iván Esbrí (historiador y etnólogo), Jesús I. Català (profesor de Historia de la Ciencia de la Universidad CEU-Cardenal Herrera) y María Pilar Luna (directora del Museo del Artista Fallero), con la moderación de Toni Colomina (de la Universitat Politècnica de València). Se empezó comentado el concepto de profesión es relativamente reciente, e implica que exista una formación reglada, un marco legal, actitudes concretas ante el trabajo y un reconocimiento público, entre otras características, aclarando que no por considerarse alguien profesional puede trabajar mejor que otro que no lo sea.
En este sentido, se opinó que el oficio de artista fallero era una verdadera profesión cuando se utilizaba el cartón piedra, ya que el uso de esta técnica en las fallas hacía mover una industria que incluía, por ejemplo, la venta de moldes, y que además hacía rentable la actividad. Actualmente, según comentaba María Pilar Luna, el taller no es rentable, y por ello hay que tener mucha afición para aguantar. Cuando empezó a utilizarse el corcho, se pensó que se ganaría más dinero porque se acortan los procesos productivos (no hay que hacer moldes), pero no ha sido así porque ha implicado un aumento en los volúmenes de las fallas y, además, es un material que continuamente sube de precio. Los pocos talleres que han hecho rentable el corcho lo han conseguido utilizando las mismas figuras para fallas, carrozas, tematizaciones, etc. A esto se une las externalizaciones de trabajos, que suponen más gastos y que además se pagan a precio de mercado, no al de “falla” donde las negociaciones no son del todo reales porque el objetivo a corto plazo de las partes (plantar algo un año y empezar de nuevo al siguiente, para las comisiones, y ganar dinero para vivir, en el caso de los artistas) es muy diferente. Y como a los falleros y falleras les conviene esta situación, es difícil que cambie para mejorar el sector de los artista falleros.
Por otra parte, se comentó la diversidad de oficios que agrupa la actividad de artista fallero, así como que el ciclo formativo de artista fallero y escenografía es un medio para realizar la actividad, no un fin. Hablando de esta titulación, se comentó que mientras que para el sector educativo público sí se reconoce la existencia de la profesión, para otros sectores públicos como el tributario no, y que tenerla reconocida oficialmente en la administración pública sería necesaria para poder tener un convenio colectivo más adecuado a sus necesidades, ya que ahora utilizan mayoritariamente el de carpintería.
Además se comentó que sobre todo en las grandes, el artista que se encarga de todo lo relacionado con la falla (guión, carpintería, diseño, pintura, etc.) casi no existe por culpa de la externalización de tareas. Se aclaró que siempre han existido esas figuras dentro del mundo de las fallas, pero estaban dentro del equipo del taller, no como ahora que se contratan de fuera. También se aclaró que estas contrataciones no tienen por qué reducir el beneficio del artista si las paga la comisión fallera. La escasez de esos talleres al estilo renacentista donde se hacía todo ha hecho que apenas existan fallas de autor, ya que por ejemplo, si un mismo diseñador trabaja para dos artistas diferentes, ambas fallas tendrán el mismo estilo.
Otro cambio que ha habido con el tiempo es la consideración que los falleros y las falleras tienen de los artistas. Según se dijo en el turno de preguntas, antes se respetaba más a los artistas, ya que muchos ahora ven a falla como algo secundario a lo que se obliga para tener fiesta.
Concluyendo, se apuntó que la tradición no es un aval para definir una profesión, y que para ello sí que es necesario que haya un soporte social. De todas maneras, ya se dijo que se llame oficio o profesión, la dinámica de los talleres no iba a cambiar.
Tras el cierre, se emplazó al público a la segunda sesión que tendrá lugar este jueves 5 de diciembre también a las 19 horas, donde se tratará el tema “La invisibilidad de una profesión”.