La expedición fallera al festival Burning Man ha supuesto una inolvidable experiencia para los enviados, los artistas Miguel Arraiz y David Moreno, y también la constatación de que los estadounidenses no tienen ni puñetera idea de lo que son las Fallas.
Dos celebraciones tan distantes y a la vez con tantas similitudes como son las Fallas y Burning Man han entrado en contacto. Un par de embajadores de la fiesta valenciana, Miguel Arraiz y David Moreno (creadores de fallas como la de Nou Campanar de este año), se han desplazado hasta el desierto de Nevada (Estados Unidos) para así conocer de primera mano dicho festival en el que se exponen obras de arte al aire libre, siendo la principal siempre una gran figura humana, para finalmente quemarlas. A cambio, han difundido la fiesta de las Fallas entre los organizadores y participantes de este festival, de la cual pocos habían oído hablar allí.
La experiencia ha sorprendido a los valencianos, y no es para menos porque el Burning Man es uno de los festivales artísticos más grandes del mundo cuyo ambiente es muy diferente al fallero. Las obras de arte, creadas por grupos o familias, están en una ciudad llamada Black Rock City que se crea expresamente para el evento en medio del desierto y que se desmonta una vez termina. Con forma de “C”, su tamaño no es nada despreciable (tiene 70.000 habitantes), por lo que lo habitual en ella es desplazarse en bicicleta o en “coche artístico” (art car, coches decorados como si fueran esculturas móviles) para ver las esculturas o asistir a alguna de la fiestas dispersas en el recinto, e incluso a la carpa dedicada al sexo llamada Orgy Dome. Otra de sus características es la búsqueda de la autosuficiencia y la inexistencia del dinero. En efecto, los burners, que es el gentilicio de esta ciudad temporal, deben cumplir 10 principios básicos: inclusión radical del desconocido, generosidad, desmercantilización, autosuficiencia radical, autoexpresión radical, esfuerzo común, responsabilidad cívica, participación, una actividad social e inmediatez. No obstante, la entrada sí que cuesta dinero: la más barata cuesta 390 dólares (unos 350 euros), y la más cara 800 (717 euros).
En este entorno desértico, artístico y festivo se han movido Arraiz y Moreno desde su inicio el 30 de agosto, movidos por sus respectivas bicicletas y sorteando numerosas tormentas de arena. Los valencianos se han quedado con la boca abierta con las esculturas expuestas en la arena, pero también por el ambiente que se vive en el lugar, luces de colores por la noche, formas de vestir cuanto menos originales y diversiones que van desde las verbenas (como las falleras, pero que están abiertas hasta el día siguiente sin problemas con la policía) y la petanca hasta acciones extrañas como lanzar pianos ardiendo con una catapulta. La ‘cremà’ también es digna de mencionar, ya que no se queman todas la esculturas la misma noche como en Fallas, sino que van haciéndose escalonadamente (la primera fue el día 3) y sin avisar, para que no se formen aglomeraciones de espectadores; las únicas de las que se conoce previamente su fecha y hora son las de la figura del Burning Man (la principal, que fue ayer cuando se quemó) y del templo (el último día, mañana). Una vez ha ardido cada escultura, se limpia la arena de restos no combustibles para no ensuciar el entorno natural.
Aprovechando el viaje, los enviados falleros promocionaron la fiesta por aquellas tierras estadounidenses. Para ello utilizaron una tablet con fotos de fallas, que sorprendieron a los burners porque la gran mayoría de ellos no habían oído hablar de la fiesta; tan sólo algunos que habían vivido en España (no todos) sabían algo de la fiesta. Tampoco conocían los pirotécnicos locales cómo se utiliza la pólvora en las Fallas. En definitiva, se observó un profundo desconocimiento de la fiesta que muchos creen que conoce todo el mundo, las Fallas.
¿Cómo surgió este hermanamiento entre las Fallas y Burning Man?
Según cuenta el diario digital Valencia Plaza, la iniciativa partió de un ingeniero valenciano afincado en Estados Unidos llamado Christian García Almenar. Cuando conoció el Burning Man, rápidamente le encontró afinidad a las Fallas y quiso hablar con su fundador, Larry Harvey, quien mostró mucho interés en la fiesta valenciana y le pareció interesante vincular ambas costumbres, aunque desde los artistas. Los elegidos fueron Miguel Arraiz y David Moreno, a quienes la organización del Burning Man les paga la estancia y dos patrocinadores (entre los que está Juan Armiñana, antiguo presidente de Nou Campanar) parte del viaje. Para hacer la visita más oficial, llevan recomendaciones de Junta Central Fallera y del Ayuntamiento de Valencia.
Gracias a las redes sociales, fue posible seguir al minuto los movimientos y pensamientos de los dos enviados al desierto de Nevada. De los comentarios se desprende que el viaje ha sido muy enriquecedor para ellos porque han vivido experiencias únicas, pero también para las Fallas en general al conseguir que un fenómeno social y artístico tan importante en Estados Unidos se vincule de alguna manera a ellas. En otras palabras, el conocimiento mutuo de ambas fiestas es ya un hecho y con él el interés por saltar el Atlántico para visitar una y otra.